HISTORIA DEL MAR MENOR
La actual laguna salada del Mar Menor fue hace 10 millones de años una bahía abierta al mar Mediterráneo que se extendía desde Cabo de Palos hasta El Mojón, en San Pedro del Pinatar.
Sin embargo, con el paso del tiempo (exactamente en el 2.000.000 a. C.), las corrientes marinas arrastraron arena que se acumuló formando el famoso cordón arenoso conocido como La Manga del Mar Menor y, anteriormente, los volcanes submarinos que se crearon, conforman las seis pequeñas islas e islotes que existen actualmente: Grosa, isla del Barón o Mayor, Perdiguera, Ciervo, Sujeto y Redonda.
Desde la creación de este cordón arenoso, el Mar Menor se comunica con el mar Mediterráneo a través de cuatro canales naturales o golas que permiten el paso del agua salada para renovar, así, las aguas de la laguna.
Ya en el Paleolítico, se han encontrado vestigios de los primeros pobladores humanos en la zona. No obstante, de este periodo histórico no se tiene mucha información, siendo ya la civilización romana y árabe de la que más constancia se tiene en el lugar.
Los romanos supieron aprovechar el potencial de la laguna, desarrollando una gran industria de salazones y un importante tráfico marítimo que impulsó la economía de la zona. En esta época, el Mar Menor contaba con una mayor profundidad, por lo que fue utilizado incluso como puerto de refugio.
Los árabes destacaron debido al desarrollo de un método de pesca que aún se utiliza actualmente. Crearon las “encañizadas” para la pesca del mújol y otras especies que habitaban en este lugar.
En la Edad Media, cuando Alfonso X conquistó el Reino de Murcia (siglo XIII), se comenzaron escritos que aludía la belleza paisajística que existía en el Mar Menor. Incluso en época árabe también se han encontrado textos que describen la riqueza de la zona en cuanto a fauna y paisajes. Se sabe que durante la Edad Media abundaban los cérvidos, de ahí que la Isla del Ciervo obtenga dicho nombre, ya que este animal abundaba en aquel lugar.
En época de Alfonso X, escasos pastores y pescadores poblaban la costa debido a las continuas amenazas e incursiones de los piratas berberiscos que procedían del norte de África. Por ello, en 1266 el rey dispuso que los vecinos murcianos debían socorrer a estas personas si se producía un desembarco enemigo. Así, desde las torres vigías, señales de humo eran enviadas y, cuando la señal llegaba finalmente a la torre de la iglesia de Santa Catalina en Murcia, los vecinos eran avisados para que acudieran a ayudar a sus compatriotas.
También en esta época, algunos nobles y caballeros procedentes de Aragón, Cataluña y Murcia, se asentaron en la comarca y formaron pequeños núcleos de población. Pero las incursiones berberiscas no cesaron.
Tras la Reconquista de Granada, estas incursiones se incrementaron debido a la irrupción de los turcos y a la creación y consolidación del “estado pirata de Argel”. Por ello, el rey Carlos V y su hijo Felipe II mandaron construir tres torres vigías en La Manga y otra en Cabo de Palos.
Tras la Edad Media, y debido a la intensa actividad humana en la zona, grandes extensiones de pinos, encinas, robles o tejos, desaparecieron y el Mar Menor quedó con el aspecto que tiene actualmente.
Ya en el siglo XIX se crearon los dos principales municipios de la zona: San Javier y San Pedro del Pinatar, que dependían de Murcia. En el año 1862, se construyeron los faros de Islas Hormigas y el Estacio y, tres años después, el faro de Cabo de Palos.
A principios del siglo XX comenzó a producirse una gran afluencia de numerosos habitantes procedentes de diversas zonas de Murcia que acudían en el mes de agosto para tomar “los nueve baños”. Debido a esto, se construyó el Hotel-Balneario La Encarnación en 1904, el cual albergaba unos baños termales que se harían muy conocidos.
A mediados del siglo XX, la familia Maestre adquiere la zona norte de La Manga y, a principios de 1960, compra la zona sur, comenzando posteriormente un plan de urbanización.
Así, en los años sesenta del siglo pasado, se produce el “boom” turístico en La Manga, con la construcción en masa de edificios de viviendas y hoteles, y con una gran afluencia turística de diferentes lugares de España y del extranjero, lo que impulsó la economía del Mar Menor y de la Región. El primer edificio que se construyó fue la Torre Negra en el año 1964, al que seguirían el hotel Entremares y Galúa.
En 1983, Los Alcázares se separó de San Javier y Torre Pacheco, creando su propio Ayuntamiento.
HISTORIA DE CARTAGENA
Cartagena tiene su propia historia, una historia milenaria y convulsa con un legado tanto histórico como artístico muy importante. El municipio ha acogido desde antaño diferentes culturas que han dejado huella en el lugar.
Los primeros indicios de vida humana en Cartagena, se encontraron en Cueva Victoria (una de las de mayor importancia paleontológica de Europa) y datan de hace 1,3 millones de años. Se cree que fue uno de los lugares en los que habitaron los primeros europeos.
La presencia íbera en Cartagena se desarrolló en los siglos V, IV y III a. C., explotando plomo y plata. Testigos de ello son los yacimientos de Los Nietos (con un poblado y una necrópolis) y Cala Reona.
Los cartagineses llegaron a la Península Ibérica en el 550 a. C., pero la ciudad fue fundada en el año 227 a. C. por el general cartaginés Asdrúbal “el Bello” con el nombre de Quart Hadast, cerca del núcleo de población de Mastia, habitada en el siglo VII a. C. por los tartesios.
Entre los años 264 y 241 a. C., se produjo un enfrentamiento entre romanos y cartagineses por la hegemonía del mediterráneo. Esta batalla es conocida como la Primera Guerra Púnica que, a su fin, estableció un tratado entre Roma y Cartago por el cual no se podía ejercer la influencia cartaginesa más allá del Ebro. La Segunda Guerra Púnica tuvo lugar desde el 218 a. C hasta el 202 a.C., en la que los romanos resultan vencedores y toman Cartagena.
Fue en la época romana cuando Cartagena gozó de su mayor esplendor. Así, entre finales del siglo III a. C. y comienzos del II d. C se produjeron muchos cambios. La riqueza minera de su tierra y su emplazamiento privilegiado fueron los elementos que establecieron a Cartagena como colonia en el año 44 a. C. bajo el nombre de Colonia Urbs Iulia Nova Carthago.
Tras el fin del imperio romano, comienza una etapa de decadencia, donde destaca el dominio visigodo que fue interrumpido en el año 555 d. C. cuando las tropas bizantinas tomaron la ciudad y la convirtieron en capital de Spania pero, nuevamente, los visigodos tomaron la ciudad en el año 621, permaneciendo allí hasta la conquista árabe en el 734.
En el año 1245, Alfonso X conquista la ciudad, pero Cartagena no remonta de su etapa de decadencia hasta el siglo XVI. Es en este periodo cuando se reactiva la economía en todo el país, pero en el siglo XVII vuelve a empeorar debido a las epidemias de enfermedades.
En el siglo XVIII, Cartagena recupera su importancia y esplendor debido a su elección en el año 1728 como capital del Departamento Marítimo del Mediterráneo, así como por la construcción del Arsenal y de los castillos y cuarteles previstos en el plan de fortificación de la ciudad. Por ello, comienza una gran actividad mercantil y constructiva que atrajo a un gran número de personas que se asentaron en la población. La ciudad pasó de 10.000 habitantes a 50.000 en un corto periodo de tiempo.
En la primera mitad del siglo XIX comienza un nuevo periodo de crisis pero, en la segunda mitad de este siglo, Cartagena remonta a causa del gran auge de la minería. Es aquí cuando la ciudad, tras la Revolución Cantonal de 1873, adquiere el aspecto que tiene hoy en día, construyéndose números edificios públicos y privados.
Nuevamente, la crisis en la minería trajo un nuevo altibajo en la economía de la zona a finales de la segunda década del siglo XX. En esta época también tiene lugar la Segunda República y, más tarde, la Guerra Civil, donde Cartagena se convirtió en uno de los bastiones más importantes del gobierno republicano y (junto a Alicante) la última ciudad de España en rendirse a las tropas del General Franco.
En los años cincuenta, Cartagena creció económicamente tras la implantación de numerosa industria en el Valle de Escombreras, situación que se mantuvo hasta los años noventa. A partir de esos años, la ciudad crece turísticamente, aprovechando su extenso patrimonio histórico, artístico y arqueológico que en el siglo XXI es recuperado y cuidado.